He vuelto a la realidad de los cafés nocturnos rodeada de desconocidos agotando las séptimas vidas de su carpe diem particular. Imposible abrigarse si el frío es tu temperatura corporal permanente. Camino deprisa por el escenario de calles conocidas que a cualquier otra hora del día no me parecen de cartón-piedra como ahora, raros escenarios de costumbres. "Estoy en otro lugar", pienso.
El saxofonista del otro lado del charco, ofreciendo sus discos sobre un recorte de periódico que reza que fue uno de los mejores de la ciudad, se toma algo caliente con nosotros y nos sentamos a su lado. Le confieso mi devoción por la música. Poco tiempo para una noche que nos pide tanto.
Ella nos espera cada miércoles en el mismo lugar, siempre nos regaña porque dice que llegamos demasiado tarde. Hoy parece que está de mejor humor. Su salud le disgusta porque así no es fácil poder pagarse unas medicinas.
Giramos una esquina y saludamos a otra cara conocida. Cultura y exquisita educación se mezclan con la dureza de sus rasgos y de su alma siempre a la defensiva como un cuchillo. Nos da la peor noticia de la noche, ha habido una baja. Indignación e impotencia. Sin apellidos no eres nadie, el hombre invisible, el de ninguna parte, el de los agujeros negros del submarino amarillo ya no va a estar donde siempre.
Sentado en tu escalón nos recibes, parece que sonríes más, incluso te has afeitado, nos confiesas que esa chica de pelo rosa que revuelve unos contenedores con comida te parece guapa pero bajas la cabeza con timidez, como si te diese vergüenza hablar de esas cosas. Siempre serás uno de nuestros preferidos, aunque tú no lo sepas, es nuestro secreto.
La zona de apartamentos de cartón está casi dormida, queda el hombre enamorado montando su chalet. Nos cuenta cómo su novia viene a verle y le trae ropa limpia. No para de sonreir.
En los jardines el aire congelado corta la respiración pero allí están ellos, como una pequeña familia internacional. Alguien me coge delicadamente la mano y cierra los ojos mientras medita sobre lo que le transmite mi espíritu, si es que lo tengo. No habla español con lo que me quedo sin saber quién soy realmente. Nos despedimos con una reverencia.
Sólo queda una plaza, todos duermen así que, por hoy, la ruta se ha terminado. Hasta el miércoles que viene.