Blogia
SAUDADE

Anédotas

Desde que vivo aquí he aprendido a domesticar mi capacidad de asombro, a aparentar que no pasa nada aunque alrededor se esté cayendo el mundo, a poner cara de circunstancias mientras miro de reojo el suceso sorprendente. Y como yo, todos. Sinceramente odio la indiferencia que flota en el aire de las grandes ciudades.
Un ejemplo, cuando me subo a uno de los transportes públicos y está, cómo no, abarrotado, si me empujan o empujo sin querer digo: "perdón" y me giro hacia a la persona a la que me dirijo para disculparme también con la mirada, pero nunca hay respuesta, él o ella están en su mundo y simulan no haber oído ni mu. No lo entiendo, ¿tan difícil es decir: "no pasa nada" o mirar al menos a quien te está hablando?. Supongo que no querrán hacer esfuerzos innecesarios.
Otro tema es el de los saludos por la mañana, cuando estoy en el portal esperando el ascensor para subir a la oficina y alguien entra le saludo con un simple y escueto "hola" pero muchas veces se acaba ahí la comunicación. Me dan ganas de contestar: "sí, ya sé que no me conoces ni yo a ti, pero ¿no vas a trabajar también en este edificio hoy? ¿te cuesta mucho saludarme o es que hoy te has levantado de mal humor?". Eso en los pueblos no pasa, ¡pero si cuando vas paseando por el campo saludas a todos los paisanos que te cruzas en el camino!
Por todo ello me sigo preguntando qué se me habrá perdido a mi por estos lares...

0 comentarios